viernes, 11 de septiembre de 2015

Oyasumi Punpun


Empezaré contando mis primeras impresiones sobre este manga. La primera vez que oi hablar sobre él fue por recomendación de una amiga, diciendo que le había cambiado la forma de ver los cómics y que se iba un rato a meditar sobre el concepto de Dios. En ese momento, un poco escéptico, cogí el primer tomo y me puse a ello. La historia empieza con Punpun en la escuela, a simple vista un niño como otro cualquiera salvo por un detalle: está dibujado como un pollito, con un diseño como hecho por mi sobrinita de tres años. A Punpun le gusta una chica de clase y se pregunta qué quiere ser de mayor para una redacción de clase. Como un buen chico, vuelve a casa después de jugar con sus amigos. Y en ese punto empieza una escena de violencia doméstica entre sus padres durante la cual el niño, asustado, se esconde en su cuarto y le reza a un dios afroasiático bastante arisco. De esta forma un sólo capítulo fue lo que me hizo falta para cerrar el tomo y dejarlo por una temporada.

Unos meses después ya había conseguido leer otras obras de Inio Asano como Solanin, La Chica a la Orilla del Mar y Nijigahara Holograph. Todos sus mangas, de una forma u otra, giran en torno al tema del crecimiento, la maduración personal y la integración en la sociedad moderna. Estos temas son llevados a su máximo exponente en Oyasumi Punpun, donde seguimos la vida de Punpun desde su infancia hasta casi la treintena. El otro pilar principal de sus obras es la muerte, en un amplio sentido. No es de extrañar, el propio Asano tiene una malformación ósea congénita en su caja torácica; sabe que es posible que muera joven. También es alguien cuya carrera ha tenido muchos altibajos pudiendo tomar aquí también la muerte en un sentido más metafórico. Todo eso es reflejado en las historias que narra. Sabiendo todo esto me sentía suficientemente preparado para volver al magnum opus del autor y leerlo del tirón esta vez. No imaginé lo que me iba a encontrar.


"El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente". Gustave Flaubert

La conclusión que he sacado es que no es un cómic que deba gustarte como tal. A lo largo de 13 volúmenes retrata de forma desesperanzada la pérdida de la inocencia infantil, las dicotomías morales entre niños y adultos y la impotencia e indecisión inherentes al proceso de crecer y hacerse mayor. Comienza con un grupo de niños unidos y llenos de ilusiones que al crecer tienen que enfrentarse a un mundo hostil que les pisotea a la primera de cambio, donde descubren que son cada uno de ellos es sólo una pequeña gota que forma la masa que será y es la clase media. Los hay que se esfuerzan por prosperar y seguir persiguiendo sus objetivos, pero ello no les garantiza que la vida se lo vaya a poner más fácil, sino más bien al contrario; quien más apuesta más tiene que perder. No es plato de buen gusto que te digan a la cara que tus sueños se van a ver tragados por una marabunta de problemas, inseguridades y dificultades ni que eres un ser imperfecto que cometerá errores aunque intente evitarlo y que igualmente es así como será cuando seas adulto. Es una obra con la que sentirse identificado no es algo que te haga sentir bien.

El propio personaje de Punpun tiene la función de ejercer como reflejo del lector en la historia. Está dibujado de una manera tan simple por la misma razón de ser que la expresión neutra de los ositos de peluche: para producir identificación fácilmente. Tampoco habla nunca, sus escasas intervenciones por capítulo aparecen en viñetas fuera de plano, contribuyendo a su despersonalización y reforzando la identificación. Esto tiene un gran mérito: en un videojuego, por ejemplo, es sencillo crear un avatar que dirá exactamente lo que queramos. Pero esto es un cómic y, aun así, Oyasumi Punpun consigue crear un personaje vacío que realmente nos hace pensar que actuaríamos así en su situación.


Por otro lado, al mismo tiempo Punpun es mucho más. Para empezar, sus palabras al principio parecen indicar que es un existencialista nato, pues valora la libertad y la responsabilidad individual por encima de todo y respeta la condición humana dado que la vida tiene un significado. Sin embargo, sus actos dicen algo muy diferente: se comporta como un nihilista que niega los valores, creencias y costumbres de la sociedad, además de despreciar la vida por considerarla fútil y sin sentido. Unido a esta filosofía vital tenemos el eterno retorno: Punpun vive la vida sin la intensidad necesaria para darle valor, pasa sus días aplastado por la sociedad de la que no es capaz de huir ni integrarse y eso le causa un tremendo pesar, que se retroalimenta por su nihilismo negativista y le impiden salir de un bucle de desprecio al mundo y sufrimiento.

Toda esta concepción moral es retroalimentada desde la
familia. Y éste es el puto mejor personaje de todo el manga.
Mi interpretación de Punpun es que es esa parte de nosotros que no queremos reconocer como propia, un "yo" hipotético débil y caótico que podríamos haber sido en otras circunstancias. Es irónico como muy a menudo cuando un asesino se cobra su primera víctima se suele escuchar "qué raro, siempre saludaba". Punpun en cierto modo es ese concepto, el cómo una persona puede dejarse hundir y acabar siendo cualquier cosa. Viendo su vida, sus errores y sus caídas personaje y lector mantienen una conversación y una reflexión silentes; el pollito nos mira a través de la página y nos dice a cada uno "no te asustes tanto, sabes que tú podrías ser yo". Es nuestro afrodios particular al que llegaré ahora.


"Todos los humanos son imitaciones de los monos. Todos los dioses son imitaciones de los humanos". Tite Kubo

Dios es otra constante que toma varias formas durante todo el cómic. Desde los albores de la inteligencia el ser humano ha alzado la vista al cielo en busca de respuestas a lo que no entendía o imploraba sus anhelos. Estableciendo un símil, es precisamente lo que hace Punpun cuando es niño, siendo capaz de visualizar a su dios, una cabeza afroasiática. Por otro lado, uno de sus amigos es también visitado en ocasiones por un dios en respuesta a sus plegarias; en este caso toma la forma de un alien con cabeza de caca dentro de un platillo volante que ni siquiera pronuncia palabra. 

Más adelante, cuando los personajes crecen hasta la veintena, Punpun deja de ver a su dios particular y comienza a hacerse a sí mismo las preguntas que antes hacía a su dios. Debido a su actitud nihilista, el resultado de su introspección le hace tomar elecciones atípicas, destructivas o amorales. Parece entonces que la figura afro que veía en su mente era un constructo mental, cosa que ocurre de similar manera en la otra manifestación divina que visitaba a su amigo en una nave espacial. Esto vuelve a recordar directamente a Nietzsche: El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza. De esta forma también queda explicada la verdadera relación entre el lector y Punpun que expliqué en el anterior párrafo, refiriéndome a él como la faceta nihilista dentro de cada uno.

Otro personaje da en este terreno un paso más allá. Ciertamente, aunque sea uno de los que más odio de todo el manga y el que más me ha costado interpretar, resulta útil como contraste a situaciones anteriores. En un momento de la historia aparece una secta llamada Pegasus, que a priori resulta más cómica que otra cosa; estructurada en torno a un ardid engañabobos al uso y un estrafalario líder de cuestionable cordura, nada que no hayamos podido ver alguna vez en el noticiario. El valor de este personaje es actuar de contrapunto a situaciones vistas anteriormente.

Por un lado, después de haber empezado la historia creyendo en el dios afroasiático, bien por identificación debido a creencias personales o a la suspensión de la incredulidad, la secta Pegasus es una imagen diametralmente opuesta: aunque afirmen haber visto o estar siguiendo las instrucciones de su dios debido a su forma de expresarlo han perdido la credibilidad, tanto para los personajes como para el lector. Esta situación al origen artificial y humano de Dios y a la vez establece una interesante imagen de la dicotomía entre niños y adultos sobre qué es creíble y qué no.

Por otro lado, desde su primera aparición es un chiflado que anuncia un juicio y salvación próximos y que actúa de forma que cualquiera que pasa por la calle en uno de sus shows públicos rechaza. Es una imagen interesante como la locura de puertas para a fuera, externa al hogar, se ve como algo extraño e impensable. Y, sin embargo, durante todo el manga hemos visto varios ejemplos de actos igualmente reprochables de puertas para adentro, en las propias familias o colegios como acoso, violencia doméstica o manipulación. Una dualidad que se ve enmascarada por la hipocresía y la impersonalidad de la sociedad en la que se desarrolla.

El último punto brillante que voy a tratar es el arte gráfico, al fin y al cabo esto es un cómic y tengo la costumbre  de centrarme demasiado en la historia. El dibujo de Oyasumi Punpun destaca a varios niveles: para empezar, el autor ha reconocido que muchos de los fondos y escenarios están calcados de fotografías, lo que aporta un gran nivel de realismo y detalle para tratarse de un manga. Y lejos de eso, lo más espectacular es cómo utiliza los recursos gráficos del dibujo para narrar sin mediar palabra de dos formas diferentes: tirando hacia el onirismo para expresar sentimientos o pensamientos de los personajes y cambiando el diseño de Punpun según su estado mental. Estos recursos más cercanos a las vanguardias artísticas que a lo común en el cómic estándar son una parte importante de la narrativa.


Ahora bien, no todo me ha parecido tan jodidamente magistral y perfecto. Hay un par de detalles que, si bien no son malas en sí, no me convencieron y me sacaron de la ambientación. Voy a dejar a un lado el ocasional dramatismo extremo (sobre todo en torno a la muerte) porque al final esto es manga y Asano particularmente tiene costumbre de exagerar discursos en sus personajes, el desdoblamiento una y otra vez de los mismos temas en capítulos seguidos y la débil y en ocasiones forzada relación con/entre los secundarios. Me centraré en el que me ha parecido su peor punto. 

En rasgos generales, la segunda mitad del manga me ha parecido más floja que la primera debido al ritmo un tanto irregular que tiene y sobre todo porque empieza a abusar de elementos casuales y momentos demasiados repetidos para desarrollar sus tramas. En esta etapa Punpun es un joven adulto que sobrevive siendo freeter (es decir, va rebotando de trabajo ocasional en trabajo ocasional). Su actitud autodestructiva se ha ido intensificando con los años, adoptando Punpun una forma que sólo conserva la cabeza de su diseño original de pollito. En ocasiones ni siquiera eso, pues su diseño va cambiando según sus estados mentales y, en mi caso por lo menos, fueron difíciles de interpretar.

Más adelante, en un momento muy concreto que no revelaré porque sería spoiler, todo su mundo se va a la mierda de verdad por transgredir una de las normas fundamentales de la sociedad que no reconoce pero no es capaz de abandonar. Es uno de los mayores puntos de inflexión de la historia, donde cambian tanto el ambiente como el ritmo, volviéndose todo mucho más frenético hacia un atropellado final que no esperaba. Para mí, ese fue el momento en el que desconecté con Punpun; toda la historia, ambientación y diseño de personajes está hecho para la identificación con él, pero al romper una ley bastante básica de la sociedad es muy difícil pensar que pudiésemos dar ese paso. Una historia en la que me sentía personaje se convirtió en una en la que me consideraba espectador de nuevo.

Lo más impresionante de todo es que estoy seguro de que toda la interpretación que he dado a la historia puede ser tan válida como la que haya dado otro lector. Y es que no hay otra forma de acabar una reseña de Oyasumi Punpun que no sea recomendándolo muy fuertemente. Es una obra de diez en muchos aspectos, y dentro del cómic podría ser perfectamente comparada con otras como Watchmen o Transmetropolitan sin empañar la calidad y el nivel de éstas. Al final mi amiga tuvo razón, es prácticamente lo mejor que ha escrito Inio Asano y uno de los ejemplos de todo lo que el manga puede dar de sí .

2 comentarios:

  1. Buf. Por donde empezar.

    Partamos de la base de que hace ya un año que he leído Punpun y que se supone que debería seguir haciendo el TFG, y que por más rabia que me de hace un mes que no escribo nada y que podría soltar aquí un tochote de debate sobre interpretaciones de Punpun que me comería toda la tarde escribirlo y a ti responderlo. Así pues, directo a cosas puntuales:

    "meditar sobre el concepto de Dios"

    Un producto muy bueno de cara a esto es Serial Experiment Lain; no sé si lo has visto, es un anime de 11 o 12 caps que personalmente me aburrió como una ostra pero vaya, trabaja mucho la filosofía de Dios y muchas variantes sobre ello, si te llama el tema puede ser una buena pieza que visionar.

    >dramatismo exagerado, muerte, manga

    Pues mira por donde no me parece que en Punpun sea tan exagerado (o, mejor dicho, forzado). Solanin por ejemplo sí me parece mucho más cutrón en el tratamiento de la misma, pero realmente en Punpun solo mueren... cuantas, ¿3 personas? Y una de las que se supone son más importantes en la vida de Punpun realmente se trata sin ningún pudor ni dramatismo; de hecho cuando muere el mismo Punpun dice que no siente nada al respecto y que casi le da igual.

    Oyasumi vendría a ser el típico "Dios aprieta pero no ahoga", donde todos los personajes se hunden una y otra vez en la mierda pero siempre consiguen salir de un modo u otro para volver a caer al cabo de los días, y es ese "seguir luchando" lo que (por lo menos para mi) distancia Punpun de otras obras y la pone por encima de ellas, pues en lugar de regodearse en la miseria sabe tomársela como una parte de nuestra vida.

    >Cabezas, simbolismo, demás

    Ahora mismo estoy bastante alejado de la obra para recordar, pero me pareció un detalle maravilloso que se usara su estética para transmitir el interior del personaje (pirámide -> figura geométrica super resistente e inmune a lo que le rodea -> momento donde se aisla de todo y de todos).

    >Final

    Más que acelerado por parte de Punpun, creo que la trama que va demasiado rápido es la de Pegasus, pues así como en Punpun era como una caída a los infiernos y una huída desesperada de todo Pegasus era como... "Ehhhh, hacernos caso, que nosotros también queremos hacer cosas". No sé, no me pegaban con ese momento de la historia, creo que sería mejro haber dejado el final solo para el arco de Onodera.

    Y bueno, voy parando ya que si no se me hará de noche.

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    1. Lo primero mucho ánimo con el TFG. Casi todos los que empezaron la carrera en mi año están tirándose de los pelos con él y yo ando temiendo cuando me toque dentro de dos años. Sobre Serial Experiments Lain me la recomendaron hace tiempo pero la dejé aparcada por si salía como Ergo Proxy (prometiendo mucho y desarrollando poco) pero le echaré un vistazo.

      Creo que la parte que ahora veo de manera diferente es lo que contaba del dramatismo. Lo dije, más que por Punpun, por el resto de sus personajes, que a veces me sonaban muy melodramáticos. Más bien creo que aún me estaba acostumbrando al tono de la historia y las maneras de cada personaje. Solanin trata el tema de la muerte de una forma más cotidiana y cercana (y simple) que Punpun, con dramón adolescente incluído. A mí no me disgustó demasiado, dentro de que Solanin tiene un aire mucho más despreocupado.

      Y la trama de Pegasus... no es que estorbase en ese punto pero entorpecía la atmósfera cada vez más decadente con un tío que resultaba casi cómico y no acababa de cuajarme. Situada a la mitad de cómic habría tenido mucho más partido que sacarle.

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