¿Te imaginas que sales
una noche con intención de ligar y acabas en un planeta más o menos
por donde Buda perdió el mechero con la misión de tratar
psiquiátricamente a una inteligencia artificial biomecánica? ¿Y
que además ese planeta está lleno de seres carnívoros
semi-civilizados que odian a los extranjeros? Sería la liada padre,
mucho peor que alguna especie de Colega, ¿dónde está mi coche?
intergaláctico.
Estado Crepuscular,
una de las primeras publicaciones de Javier Negrete (La espada de
fuego, Señores del Olimpo). Ganadora del Premio Ignotus y
del premio de Ediciones Gigamesh en 1994 cuya única edición física
es el primer volumen de la colección Gotas (Pulp Ediciones). Una de
esas raras ocasiones en las que te topas con ciencia ficción
humorística e irreverente.
David Milar es nuestro
hombre. Hijo y tocayo de un reputado psiquiatra, es un avezado
perseguidor de faldas (con un bajo porcentaje de éxito, todo sea
dicho) y caradura con suerte de ambas clases. Tiene otro buen par de
cualidades: una gran facilidad para meterse en líos y el hecho de
poder reunir valor para apechugar como humanamente pueda con lo que
se le viene encima.
En efecto, éste
antihéroe será el que acabará metido en el marrón que decíamos
al principio, haciéndose pasar por su padre y viajando a Hoonai,
planeta de los agresivos Kghasatsu para curar la enfermedad mental
del ordenador biomecánico que rige el destino de éstos. Todo por
querer acabar bajo las enaguas de una moza, aunque ni en esta
tesitura se apaciguará su afinidad por la cerveza y las mujeres de
buen ver. El resto del reparto lo forman un pequeño grupo
de secundarios que orbitan en torno a nuestro protagonista.
La trama es bastante
correcta, bien desarrollada y con sorpresas en el guión, así como un
álgido final, donde vemos que hay más de lo que esperábamos tras
abrir el libro. En realidad el punto fuerte está en los diálogos y
reflexiones de David: plagados de chistes y guiños a temas de
psicología, psiquiatría y física. La otra baza es la historia en sí; el
cómo, no un héroe, sino una persona normal puede sacar fuerzas de
donde sea para salvar el pellejo, todo desde un punto de vista
irónico y narcisista que le da un toque especial de humor
sarcástico.
Divertida, desenfadada y,
por desgracia, desconocida.
"Cuando
más tarde hice el análisis de aquella noche, encontré algo extraño
en lo sucedido. Me había fingido psiquiatra para A) tirarme a la
concupiscible Mirtila Lump con la condición de B) viajar a Hoonai,
el planeta de los Kghasatshu –singular, Satshu-,y curar un
alienígena loco. Podría haberme limitado a A), encontrar las
lógicas satisfacciones en ello, desaparecer en la estación
Sheffield y que se buscara a otro para B). Pero, y he ahí lo raro,
cumplí con B), como ahora les narraré, y en cuanto a A), después
de despojarme el bolsillo con los malditos Chivas, la muy pécora me
dejó en la puerta de su habitación con tres palmos de NARICES."
"Los
funcionarios se presentaron: Berry, físico de unificación -como yo,
pero cualquiera se lo decía-, un hombretón de mostacho rubio cuya
panza le ubicaba en el club de amantes del jugo de cebada fermentado.
Aplicando los antiguos tipos de Kretschmer que tanto me divertían
con sus ilustraciones en los libros de mi padre, lo clasifiqué como
pícnico. Jorge Caniego era un leptosomático que, por lo visto,
parecía limitarse sólo a la política. La tercera era Gundula
Uzelsky, xenobióloga; una morena de espectacular cabellera y
ardientes ojos negros que, tras repasar las caracteriologías
estudiadas como el viaje, catalogué en el tipo maciza."
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